Cuando estás la gravedad pesa más. Cuando estás, esta isla, mi isla, la tuya, pierde su sujeción; la mía, la tuya... y el flotar nunca se nos dio demasiado bien. Cuando estás, sin saberlo, lo sé, porque esta isla me lo hace saber. Te das a conocer en el aire, en el mar, en las noches, en mis sueños al alba. Y sus anclajes ya no encadenan, te buscan para que no te vuelvas a ir aún cuando no sea cierto que estés aquí. Tu isla necesita de tu voz, de tu ingratitud, y yo la sigo. Y te sigo. Y estás, aunque no estés, en cada rincón, en cada playa, en cada canción en el coche mientras paso sin querer, pero quiere ella, por tu puerta. Y si te encuentra, si me acerca a tus ojos arrastrándome sus olas, se desprende ella del mar, y ya no es una isla, sino que se crea infinita. Se olvida de distancias, aviones y pasado. Y la isla, mi isla, la tuya, echa el ancla en ti.
Judit Castilla (2017, y todavía).
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